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Desde su creación hace más de 100 años, los materiales plásticos han sido utilizados en cientos de espacios e industrias, con miles aplicaciones (tanto buenas como malas). A pesar de que ha ayudado a construir el mundo en el que vivimos, hoy tenemos una relación conflictiva con el plástico. Por un lado sabemos que lo necesitamos para muchas cosas pues está presente en nuestro día a día y dependemos de él para hacer casi todo; desde estar en nuestros dispositivos electrónicos hasta los empaques de la comida en nuestro refrigerador.
Por otro lado quisiéramos seguir adelante sin él. Nos gustaría tener otras alternativas que no nos hagan sentir culpables al tener que comprar una botella de agua (cuando nos olvidamos nuestro termo) o al pedir una funda en el supermercado (cuando no tenemos una bolsa de tela). Para seguir adelante con esta relación, primero debemos admitir que el plástico será parte de nuestras vidas por un largo tiempo y que no podremos cortarlo de inmediato. Con esto establecido, solo tenemos una única alternativa, hablar sobre nuestros problemas y tratar de encontrar una manera de seguir adelante, juntos.
El primer paso es identificar el problema. El plástico en sí tiene grandes propiedades que justamente lo han hecho ideal para su uso en miles de situaciones. Es relativamente barato de producir y es fácil de manipular y moldear para construir objetos, piezas y partes de todos los colores, formas y texturas. Finalmente, es muy resistente, y esta característica es el arma de doble filo que complica las cosas. Pensemos por ejemplo en una aplicación del plástico: conservación de alimentos. Lo que quieres para que tu queso se mantenga fresco es algún material resistente, que no permita el paso del aire, bacterias ni otras partículas que puedan contaminar tu producto. En ese sentido, el plástico es increíble. Se puede hacer una delgada película de plástico por un bajo costo que cumple con todas estas funciones para que puedas disfrutar de este delicioso manjar. Entonces, si el plástico es bueno en su trabajo ¿cuál es el problema? El problema radica en lo que pasa después de que lo usas. Una vez que te acabas el delicioso queso ¿a dónde va este material super resistente? Lo más probable es que a la basura.
Todo lo que desechamos en casa generalmente termina en un relleno sanitario. Termina en una pila de cosas dejadas a la intemperie para que eventualmente se destruyan o degraden. Es así que cuando un plástico llega al relleno sanitario, sus excelentes propiedades se vuelven su peor enemigo. Al ser un componente resistente a casi todos los elementos, el plástico se degradará en cientos de años. Si nadie hace nada y solo se queda expuesto al sol, la lluvia y los microorganismos, se tardará aproximadamente 500 años en desaparecer. Y cuando finalmente desaparece, libera los famosos “microplásticos” que se filtran en fuentes de agua y que incluso se los encuentra en la comida que comemos los humanos. (Este será un tema para otra ocasión). ¿Entonces cuál es la solución para prevenir este escenario? Evitar que llegue al relleno sanitario. Para esto tenemos dos opciones, reutilizar o reciclar.
Si el plástico ya es parte de nuestras vidas, ¿cómo podemos darle más usos para justificar su existencia? Muchas personas reutilizamos nuestros contenedores, bolsas o incluso botellas plásticas. Sacamos nuestro artista interno y le damos mil y un usos para evitar botarlos a la basura. Sin embargo, las manualidades y los semilleros hechos de botellas plásticas tienen un límite y casi nadie quiere vivir en una casa que aparenta ser de segunda mano. Es por eso que el reciclaje se ha vuelto la alternativa predilecta para este tipo de materiales. El reciclaje, por definición, es un proceso por el cual un residuo se transforman en nuevos objetos y materiales. Esto en teoría suena bien, pero la realidad es un poco distinta.
Aunque el concepto de reciclaje ha sonado por algunos años, algo ha faltado en la fórmula para que se vuelva parte de nuestra cultura. Es así que aunque separemos nuestros residuos, siempre quedará la incertidumbre de saber si estos serán reciclados o terminarán todos juntos en el vertedero. Y aunque hoy por hoy no podemos saber con certeza el viaje de nuestros residuos, cómo consumidores tenemos el poder de cambiar esta realidad. Como parte de la transición cultural, los consumidores tenemos la obligación de exigir a las empresas de reciclaje que transparenten su gestión. De esta manera podremos entender lo que pasa detrás de cámaras, los procesos de recolección, gestión y transformación de los residuos para que sepamos exactamente de dónde vienen las cosas y a dónde van.
Y es así como esta “simple” propuesta de valor es la apuesta que nuevas empresas como Marca Patito tratamos de cumplir para nuestros consumidores. Levantar el velo de misterio detrás de los residuos y enseñar al público lo que ocurre detrás de cámaras para que así puedan entender su relación con sus residuos y por supuesto con el plástico.
Pero como todo proceso de cambio y como toda relación, ambas partes tienen un rol que jugar. Es ahora el consumidor el protagonista de la historia. Es momento de que como compradores seamos más conscientes de nuestro consumo y que empecemos a valorar (tanto cultural como económicamente) los procesos de gestión de desechos desde una perspectiva de beneficios colectivos a largo plazo. Ahora que existen alternativas sostenibles en el mercado, será el consumidor el que empiece a apostar por estos nuevos modelos de negocios y que decida, con su dinero, cuáles son los negocios que deben ser parte de nuestro futuro.
No quiero acabar sin mencionar que a pesar de todos sus beneficios, el reciclaje siempre deberá ser el último paso. Dentro del esquema de economía circular, siempre se preferirán alternativas menos costosas (en costo de recursos) como el rechazo, la reutilización o la reparación de objetos. El reciclaje es el proceso menos eficiente de toda la cadena, que solamente es necesario cuando no hay otra alternativa. Es así que si queremos empezar a dar al reciclaje un lugar dentro de nuestra cultura, puede ser un excelente primer paso; sin embargo, no debemos olvidarnos de que más atrás debe existir un cambio de mentalidad desde el consumismo y el extractivismo hacia la sostenibilidad y el consumo responsable.
